domingo, 10 de octubre de 2010

El Romance del Lobo y la Luna

¿Y cómo no amarla? El Lobo miraba a la Luna preguntándose lo mismo ¿A dónde iría sin ella? Siempre solo. Siempre sobreviviendo. Siempre abandonado y abandonando. Siempre y sólo una respuesta.
Siempre sobre la misma colina, el Lobo le declara su amor incondicional. Noche tras noche, su serenata se escucha en toda la pradera. Ella, orgullosa, se llena de luz. Él, enamorado, se llena su ojo de Ella.
Ella es amante, compañera, amiga, es Madre y Hermana. Es Esposa, es su admiración... Maravilla de Dios. Es la motivación en su crecimiento y su esmero. Es su Dios. Su Paraíso. Su Luna.
Cuando las nubes caprichosas, la esconden, el Lobo llora. Grita desesperado y desolado. En la tormenta, no caen gotas sino lágrimas. Lágrimas llenas de Soledad. Y el Lobo en su cueva, extraña su única compañía.
Cuando siente de nuevo su Luz, sale a empaparse de sus rayos. Ahí está. Grande. Hermosa. Llena de Vida. Llena de Fuerza. Y el Lobo lleno de Ella, comienza de nuevo su bella canción. Canción llena de sentimiento. Tanto, que asusta a los débiles de corazón. Pero enorgullece a quien lucha por llegar a su Luna.
Pero el Lobo sabe que la Luna está lejos. Sabe que no puede tocarla. Lo sabe y no le importa. El Lobo solitario y soñador, no quiere cambiar. Se contenta en la distancia. Nunca podrá acariciarla, nunca podrá sentir su caricia.
La Luna observa, triste y con culpa, como el Lobo vive su Soledad. Pero lo que no sabe es que esa es su naturaleza. Por eso, ama a la distancia. Para poder amar y aún así, seguir con su Soledad. Así es como se aleja de su manada, de la jauría que vive para alimentarse. El vive para amar a a su Luna, lejos de los demás, lejos de Ella, pero unidos por su Luz y su Canto...

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