viernes, 30 de julio de 2010

Muelle "Desesperanza"

Que difícil desatar el nudo que tengo en mi pecho. Un nudo que parece haber sido hecho por el más experto marinero, entrenado en nudos especiales...
Una piedra en la espalda. Una pesada piedra que se posa sobre mis omóplatos para recordarme constantemente lo que tengo que cargar, lo que tengo que cumplir, lo que me toca arrastrar, en un camino lleno de vidrios rotos, con mis pies descalzos.
El peso de los hombros contracturados de dolor, hace de ancla en mi nave, y no me permite zarpar, para emprender el viaje que me hará salir de este lugar.
Y así es que me quedo quieto, inmóvil por el dolor y la tristeza. Tratando de complacer a Poseidón para que con su soplido infle las velas de mi embarcación, y que su fuerza, arranque de cuajo el ancla esclavizadora que me obliga a quedarme donde estoy. Estático y abandonado.
Pero el Dios del Mar ya no sopla para mí. Tendré que encontrar las fuerzas sobrehumanas que me permitan levantar el peso del ancla, quitarme la piedra de la espalda y sobrevivir a los cortes de los vidrios en las plantas de mis pies.
Hasta entonces, mi galeón quedara estático, amarrado al muelle "Desesperanza" de donde muy pocos barcos pudieron escapar.

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