jueves, 22 de febrero de 2007

Dulce licor

Que rápido entraste en mi organismo. Comenzaste a transformar todo mis sistemas internos, convulsionando mis facultades.
Dulce licor, tentación, no puedo evitar beber, no puedo evitarte. Mi más profundo vicio, dejé que tu sabor se robe mi consciencia y anule mi razón.
Que fácil que me resultó dejarme entrar en esta adicción, perder de a poco la cabeza, entregarla. Que fácil te resultó convertirme en tu adicto, llevarte más que mi cabeza, dueña.
Una pequeña dosis me bastó para perderme en vos. Fue tan fuerte que bebí directo de la botella, y lo disfruté tanto, que no me importó saber que entregaba una parte de mi alma al pecado. Entré, me quedé y no quiero salir, no lo haré.
¡Ah, esta abstinencia! Me cuesta todo sin un poco de este licor. Necesito beberte de nuevo, ya no puedo disimularlo. Que poca fuerza de voluntad tuve que tan rápido me atrapé en esta adicción. Pero, a decir verdad, no quiero no ser adicto a este hermoso licor. ¿Por qué no ser adicto a algo tan bello, que produce tanto placer?
Placer... eso me das, dulce licor. Un placer que sólo vos me podés dar, que supera las sensaciones físicas. Te bebo con mi cuerpo y alimento a mi alma. Alimenta mi famélica alma, que necesita de tus nutrientes, curá esta anemia, y no la dejes volver. Necesito beberte de nuevo...

1 comentario:

Mel! dijo...

Seguí bebiendo de este licor hasta que te embriagues