sábado, 7 de abril de 2007

Peleándole a todo

Los golpes duelen más cuando bajamos la guardia. Nadie tiene piedad. Si no aprendo a defender, no ganaré esta lucha. Me cansa vivir 24 hs. por día con la guardia arriba, es demasiado esfuerzo, pero no puedo dejar de hacerlo.
Tengo 2 opciones: me dejo ganar, renunciando a pelear, tirando todo lo que logré por la borda; o bien, sigo peleando, buscando fuerzas donde ya no hay.
Tal vez, busqué mal las fuerzas y por eso no las encontré. Tengo que buscar en los lugares donde nunca lo hice. Es bastante lógico. Si no encontré fuerzas ahí, es porque no las hay. Lo único que me queda es creer que busqué mal...
Este procedimiento me lleva a rearmar mi estrategia de ataque. Sigo con 2 opciones: buscar y rebuscar en los mismos lugares de siempre, donde la tierra parece estar tan quemada que ya no germina y no permite la plantación de ninguna semilla para luego cosechar lo que me convenga; o buscar en otros lares. En nuevos lugares, en nuevas personas. Buscar la anhelada tierra fértil, donde mis semillas germinen y pueda obtener los frutos de mi esfuerzo, que por ahora (y sólo por ahora) parece en vano...
No vi venir ese gancho al hígado... me duele... no importa, tengo orgullo, y no me van a tirar tan fácil... me levanto, devuelvo el golpe, pero más fuerte. Sigo golpeando. Corté su ceja. Se hincharon sus pómulos. Su ojo está morado.
Ahí tenés, Vida, pensaste que iba a ser más sencillo ganarme, ¿no? Te equivocaste... La vida no me sonríe, es la mueca que tiene que poner porque le escupí en un ojo...

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