domingo, 17 de diciembre de 2006

Dejarme ir

A veces siento la necesidad de dejarme ir. Dejar que la vida paso, sin tener que esforzarme. Es más fácil, pero aburrido.
Diversión... ¿Será diversión lo que me ata a la vida? No creo. No es divertida la vida. Al menos, no un 100%, y el porcentaje de diversión no justifica el esfuerzo.
Entonces ¿Qué es? ¿Será costumbre? No... no lo creo. Tampoco viví tanto tiempo como para acostumbrarme ¿el vértigo y la adrenalina que da no saber que pasa mañana? Esa opción, me sienta mejor...
Adrenalina. Eso es lo que produce la duda... Desde siempre el hombre quiso ser Dios. Juega a eso todo el tiempo. Porque, aunque no lo reconocemos, somos seres con un gigantesco complejo de inferioridad. Todo el tiempo tratamos de mostrar que somos más que otro. Esa sensación es casi única. Verse superior. Derrotar al rival. Pero es tan superficial, como creer que somos los únicos con esa capacidad. Que inmaduros somos...
No podemos manejar nuestro destino. No somos tan poderosos. Lo sabemos, pero igualmente nos preguntamos: “¿por qué a mí? En lugar de preguntarnos “¿para qué a mí?”.
Tal vez, eso sea lo que me ate a esta vida, el saber para qué me pasan las cosas que me pasan, qué es lo que gano con mis vivencias; si cuando muera, me servirán de algo... También me ata la intriga de no saber que hay del otro lado del puente. Por si acaso, me quedo aquí...

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